Me llamo Gladys Rosalía, soy de Paraguay, tengo 59 años y un buen nivel cultural.
Lastimosamente, esos dos elementos, en Latinoamérica, hacen prácticamente imposible que se pueda conseguir un trabajo. Los que están a nivel de mis estudios me descartan por la edad, y los que están por debajo no me contratan porque argumentan que no es un trabajo para mí y que pronto lo dejaría.
Es así que ya van ocho años que no tengo un empleo. Tuve que salir de mi último trabajo —o mejor dicho, fui despedida— por razones de salud. Estuve por varios años en un Laboratorio de Anatomía Patológica, donde me contrataron como secretaria administrativa, pero en realidad debía realizar trabajos técnicos de laboratorio. Mi tarea principal era lavar las muestras: sacarlas del formol, limpiarlas con varios químicos como alcohol isopropílico, acetona y xilol, para finalmente dejarlas en parafina, listas para que el técnico procediera a los cortes.
Este procedimiento, durante tantos años y sin uso de barbijos, me produjo una inflamación severa en todo el tracto respiratorio. Por recomendación médica ya no podía estar en contacto con esos químicos. Los dueños, entonces, me ofrecieron una suma de indemnización y la desvinculación del laboratorio, ya que no consideraban necesario contratar a otra persona sólo para esas tareas.
Desde entonces no he podido conseguir empleo por las razones mencionadas. Parte de mi indemnización la invertí en una cooperativa que se declaró en quiebra luego de la crisis de 2020, y nunca recuperé ese dinero. Actualmente sobrevivo con pequeños ingresos provenientes de la venta de manualidades y algunos productos culinarios, que no son de primera necesidad. Al principio la gente compra con interés, incluso familiares, pero luego dejan de contestar.
La precariedad me obligó a vivir en habitaciones con baños compartidos, donde contraje una infección urinaria que hoy sigo tratando. Mi mala alimentación, resultado de priorizar el pago del alquiler, ha provocado que hasta los medicamentos me resulten intolerables.
He averiguado los programas de ayuda nacionales, pero mi perfil no se adecua a ninguno vigente. En estos años de desempleo, además de seguir postulándome a empleos, me he dedicado a investigar la historia de mi familia de origen italiano. Aunque aún deseo obtener la ciudadanía, Paraguay no conserva con interés los documentos históricos y muchos se han extraviado, lo que me ha impedido avanzar.
En mis investigaciones descubrí que mi abuelo fue un hombre muy destacado: médico, político y gran filántropo. Eso me inspira. Si algún día logro estabilidad económica, también quisiera ser filántropa y ayudar a las personas que hoy viven en las calles, pues esta dura experiencia me ha enseñado a valorar la necesidad de solidaridad.
Mi urgencia actual es poder obtener una ayuda económica básica, ya que el dinero con el que cuento solo me alcanzará para un mes más de alquiler. Me aterra enfrentar una situación de calle, considerando la inseguridad, el machismo y el alcoholismo que reinan en Paraguay durante las madrugadas. Además, necesito mejorar mi precaria alimentación: hoy peso apenas 46 kg.
Para mí no es solo dolorosa la situación económica, sino tener que vivir todo esto a mi edad. Espero poder encajar dentro de alguno de sus programas y obtener un poco de ayuda.
Desde ya, infinitas gracias por darme la oportunidad de expresarme y por el noble servicio que presta la organización a tanta humanidad necesitada.
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